¡Qué
fácil es verte!, basta cerrar los ojos, o ni siquiera cerrarlos, solo pensar en
ti. Te me apareces tan real como si estuvieras a mi lado, siempre a mi lado,
rozándome con tu piel, tocándome con tus manos, aferrada a mi brazo como babosa
a la roca. Basta cerrarlos digo y te veo, hembra única a la que me entrego con
pasión, con lujuria, hembra mil veces inventada, tan cálida y sensual que
consigue aturdirme, hembra que enciende mis sentidos, molde que encaja como
pieza de puzle. Eres tan yo, tan mí mismo que te disuelves en mí, por todo mí
ser, te propagas sin piedad por mis entrañas, las recorres como el huésped que
ocupa la casa ajena, deshacerte como bola de algodón, azucarillo en la taza de
café, diluida en mis sueños, en mi vida porque existes, andas sin saber que me
buscas pero buscándome, tú también, soñándome tú también, soñando que te sueño,
que te busco, ¿vivo?, en mí. Relámpago, rayo, trueno, la tormenta que se
avecina, primero un viento entrecortado, a ráfagas, unas gotas dispersas,
chispea, el preludio, ya sintiéndote, la lluvia que comienza, cada vez más
intensa, mar bravío, antes en calma, enarbolado por ti, por ti que te pienso,
que me piensas, los dos inmersos en una sinfonía perfecta, armoniosa,
pensándonos ya juntos, aunque tan lejos, o tan cerca, ¿dónde? Eres mi Dalila,
mi Eva, mi Dulcinea. Yo tuyo ya, ¿no lo ves? Te deshaces de mi abrazo y echas a
correr, tus pasos alejándose de mí, dulce composición aunque dolorosa, tus
piernas, dos columnas de porcelana, de alabastro, dos tallos de la flor más
bella. No te alejes, ven. Mírame. Yo soy tú. Me miras con mis ojos y te ves en
ellos, espejo infinito, mis pupilas encendidas reflejándote, hasta en mis
retinas te me introduces, que digo en mis retinas, en mi cabeza, mis neuronas,
tuyas, tan bella, imposible no amarte. Aún recuerdo cuando te vi, la primera
vez, solo un destello, un esbozo en mis
sueños, en mi vida, me desperté sobresaltado, sudaba, tus ojos, dos zafiros
azules, dos fogonazos luminosos, dos luciérnagas en la noche. Te vi la tarde
anterior, ahora lo recuerdo, descendías por una cuesta, nos cruzamos, segundos,
tu mirada el absoluto, el todo, lo único que vi, como el sol, me cegaron tus
ojos. A partir de entonces, soñarte, crear un cuerpo de la nada, del todo. No
vi más que eso. Tu burka me lo impedía, eclipse lunar. Mejor así, el deseo
asomando por la rendija, ventana suprema, el paraíso, balcón por el que ahora
trepo. Me viste, pasaste como estrella fugaz, perseidas en la noche. En mí el volcán.
La inminente erupción, latente, quemándome por dentro, bullendo como lava recién
nacida, magma incandescente, otra vez, es la vida, es el amor y el dolor, los
sentimientos. Venid a mí. Estoy vivo. Pedí un deseo; volver a verte, volver a
verte, volver a verte…el Todo, mi Todo, Tú.
Precioso!
ResponderEliminar