Abigarrado,
abrazado a tu cintura, casi a rastras, gateando, con ojos de súplica y aferrado
con fuerza a ti que me das tanto. Así estaba anoche suplicando tu perdón. Así
me postré para y por ti anoche. Aún hoy espero unas palabras, unas caricias, un
gesto de alivio, de sosiego que me calmen, que consigan hacerme convencer de
que perdón, de que caricias y casa de campo y champán. Pero nada, de ti sólo
silencio, indiferencia. Hasta el mismo suelo, tan blanco y frío, con sus losas
cuadradas y grandes, tan de mármol, se resignaba y era testigo de la escena
anoche, de ti y de mí, de nosotros que éramos y que ahora no somos. Ahora cada
uno por su lado. Divididos. Como una célula que se dividiera, como un pétalo arrancado,
como una larva convertida en mariposa te vas volando y aquí me dejas, sin ti y
sin mí, porque éramos y ya no somos, y ya no caricias ni casa de campo ni
champán, ya nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario