El viento golpeaba ayer mi cara, no de una forma continuada,
sino a ráfagas, como si alguien disparase un arma de fuego repetidas veces, sin
parar, atravesándome la ropa seguida de la piel. Yo caminaba alzando la cabeza,
observando el cielo pintado de gris con las nubes moviéndose de derecha a
izquierda al compás del viento simulando una carrera de caballos, o de jirafas,
o de monos en una selva oscura y triste, o de pájaros hambrientos en busca de
alimento. Mis pasos resonaban produciendo una cadencia monótona pero constante y en mi mente sólo
lograba verla a ella, envuelta en una sábana blanca, con el pelo liso,
moreno y sus dos grandes ojos negros
mirándome fijamente con la sonrisa más bonita y grande que vi en la vida. Pues
esa imagen fue la que se me grabó a fuego hace ya dos años. Y desde entonces no
hay día que no la vea. Unas veces de pie frente a mí, que también estoy de pie,
observándola, aunque a veces simplemente estoy tumbado en la cama y ella
aparece abriendo la puerta de mi habitación, ocupándola entera, absorbiendo toda
la luz por lo que sólo queda ella y ya no hay habitación, ni puerta, ni luz,
sólo un punto blanco sobre fondo negro, luminosidad pura. Otras se me presenta
sentada detrás de una mesa de trabajo, o chapoteando en una piscina tirándome
agua encima, o corriendo, o tumbada…pero
en todas veo sus ojos negros, como dos planetas oscuros que se mueven y se
hacen más y más grandes hasta que chocan contra mi cabeza, giran en su órbita y
se alejan hasta que desaparecen por completo de mi vista para volver más tarde.
¿Qué cómo se me grabó?...
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